La vida de Carlo Acutis, marcada por su uso de la tecnología para evangelizar, ofrece un poderoso testimonio de cómo la fe puede trascender fronteras culturales. Su enfoque en los milagros eucarísticos ha inspirado a muchos a buscar una relación más cercana con Cristo.
La vida del beato Carlo Acutis, quien pronto será el primer santo canonizado de la Iglesia de la generación milenial, ha resonado profundamente tanto en católicos como en personas de otras creencias. Nacido el 3 de mayo de 1991, Carlo llegó al mundo tres meses antes del lanzamiento del primer navegador web y falleció el 12 de octubre de 2006, poco después de que Facebook se hiciera accesible al público. Su existencia estuvo marcada por dos hitos significativos de la era digital, y a lo largo de su corta vida, aprovechó esta tecnología emergente para difundir la fe en Cristo, especialmente en lo que respecta a los milagros eucarísticos. Esta labor ha contribuido a la conversión de numerosas personas.
Entre aquellos que tuvieron la fortuna de conocer a Carlo en persona se encuentra Rajesh Mohur, un hindú que encontró en él una inspiración espiritual. Mohur creció en la isla Mauricio, situada en el Océano Índico, a unos 800 kilómetros al este de Madagascar. Al igual que la mayoría de los habitantes de la isla, Mohur profesaba la religión hindú. Su infancia estuvo marcada por el uso del criollo, el idioma local, y el estudio del sánscrito, lengua ancestral del hinduismo.
La familia Mohur pertenecía a la casta sacerdotal brahmán, la más alta de la jerarquía social hindú, que incluye sacerdotes e intelectuales, guerreros y gobernantes, comerciantes y artesanos, y campesinos y trabajadores. Su padre, sacerdote, llegó a ser presidente de la Asociación Hindú de la isla Mauricio. «Mi padre solía enseñarme las oraciones y las escrituras hindúes», relató Mohur en una entrevista que fue reproducida por el National Catholic Register.
Rajesh Mohur fue enviado por su padre a la India a los 16 años para continuar su educación en Gujarat, la ciudad natal de Mahatma Gandhi. Allí se sumergió en la cultura hindú y la práctica religiosa, aunque sentía que «yo buscaba a un Dios vivo. Siempre me topaba con algo que no podía cumplir». Después de graduarse en Física en Rajasthan, regresó a Mauricio tras la muerte de su padre, donde intensificó su vida espiritual a pesar de la ira y amargura que lo acompañaban.
Dificultades laborales lo llevaron a emigrar a Italia, donde fue contratado en 1995 por la familia Acutis para cuidar a Carlo, el «beato de Internet». Al conocerlo, Mohur quedó fascinado por su cabello castaño y rizado, recordándole a los querubines de las pinturas de Milán. En su segundo día, Carlo le ofreció un chicle y, durante días de lluvia, ambos veían dibujos de la Biblia y de los santos en televisión.
Desde la primera Comunión de Carlo a los siete años, Mohur lo acompañaba a la iglesia diariamente. Observaba asombrado cómo cambiaba el comportamiento de Acutis frente al Santísimo, sentándose en silencio al fondo y admirando su fervorosa devoción.
Carlo Acutis mostraba una transformación notable cada vez que estaba en la iglesia, ya que comprendía que allí residía Jesús. Rajesh Mohur, su cuidador, recordó: «Cuando vi su comportamiento, algo tocó mi corazón». Acutis compartía su amor por el cielo, la Misa y la Eucaristía con una dulzura que cautivaba a Mohur. Siempre hablaba sobre cómo Jesús sacrificó su vida por nosotros, explicándole que «siempre podía encontrarme a Jesús presente en carne, alma y sangre en el Santísimo».
Un recuerdo significativo para Mohur fue cuando Carlo decidió vender todos sus juguetes, incluso algunos regalos de Navidad, para ayudar a los pobres que dormían en el suelo frente a la iglesia. Mohur recordó que Carlo expresó: «Los pobres estaban acostados frente a la iglesia, dormían en el suelo y hacía bastante frío. Dijo que estaban sufriendo y que necesitaban ayuda». Este acto de compasión hizo que Mohur se convirtiera. Acutis le enseñó a rezar el Rosario y lo animó a hacerlo con sus padres. Desde entonces, el hindú adoptó el hábito de recitar esa oración cada noche.
Acutis le explicó que, aunque un no bautizado podía rezar el Rosario, solo los católicos practicantes podían recibir la Sagrada Eucaristía, la cual consideraba la culminación de la caridad. Mohur quedó impresionado por la brillantez con la que Carlo explicaba el Catecismo. «Todas esas experiencias cambiaron mi vida. Pude conocer por fin a un Dios vivo», reflexionó Mohur.
En 1999, cuatro años después de conocer a Carlo, Mohur se bautizó en la parroquia de los Acutis, recibiendo todos los sacramentos en un mismo día. La familia celebró con una gran fiesta en su apartamento. Después de la ceremonia, Carlo eligió el lugar para cenar y sugirió un restaurante chino, a lo que Mohur bromeó: «Es un día especial para mí, pero es más especial para ti… que te gusta la comida china».
AcaPrensa / PortaLuz / InfoCatólica