Se cumplen 50 años del asesinato de dos jóvenes católicos comprometidos con la fe y la devoción a Cristo Rey. ¿Llegarán a los altares?
México es un país donde, en gran parte debido a las Apariciones de la Virgen de Guadalupe, arraigó con rapidez la Fe de Cristo.
La semilla cristiana depositada por los misioneros españoles se desarrolló a gran velocidad dando muy pronto frutos de santidad.
Y los primeros frutos de santidad dados por el Cristianismo en México se manifestaron por medio de jóvenes mártires –incluso niños- que demostraron como el México que nacía era ya un pueblo maduro espiritualmente.
Los tres primeros mexicanos martirizados por su fidelidad a Cristo entre 1527 y 1529 fueron Cristobalito, Antonio y Juan, los Niños Mártires de Tlaxcala.
Años después, en 1597, moría crucificado en Nagasaki (Japón) un joven criollo mexicano que aún no cumplía los 25 años de edad: San Felipe de Jesús.
Y conforme iba pasando el tiempo, la Fe Católica, impregnada de guadalupanismo, iba conquistando más y más corazones.
Hasta llegar a 1927 cuando, en plena Cristiada, fue martirizado otro niño que con frecuencia repetía: “Nunca ha sido más fácil ganarse el Cielo”. Nos referimos a San José Sánchez del Río, el mártir de Sahuayo, más conocido como San Joselito.
Esta introducción sirve para que comprendamos mejor como en este 2025 se cumplen cincuenta años de que fueron martirizados dos jóvenes mexicanos en las faldas del Cerro del Cubilete: Juan Bosco Ignacio Rosillo Segura (20 años) y César Fernando Calvillo Silva (21 años)
Estos jóvenes mártires, militantes de la ACJM (Acción Católica de la Juventud Mexicana) formaban parte de la II Marcha al Cubilete que se había organizado para festejar 50 años de la Encíclica “Quas primas” en la cual Pío XI proclamó la Realeza Social de Cristo e instituyó la Fiesta de Cristo Rey.
Como dijimos recientemente, el ingeniero don Fernando García Mata ha editado un folleto conmemorativo en el cual se recuerda tanto el martirio de ambos jóvenes como la obra realizada por el Movimiento Testimonio y Esperanza.
Testimonio y Esperanza es un movimiento juvenil interesado por la búsqueda de la formación de la juventud y, dentro de dicho movimiento, existe “Dejar huella” que se ha dedicado a dar a conocer la vida de ambos jóvenes a quienes la voz popular conoce ya como “los mártires del Cubilete”
Este año de 2025, aparte de ser Año Jubilar proclamado por el Papa Francisco, se celebra un siglo de la Encíclica “Quas primas” así como cincuenta años (medio siglo) del martirio de Juan Bosco y de Cesar Fernando.
Ambos, al igual que antes miles, habían peregrinado al Cubilete porque sabían que peregrinar a la Montaña Sagrada es dar testimonio de nuestra Fe así como reconocer que Cristo es el Rey de reyes.
Por prudencia, a raíz del martirio de ambos jóvenes, se suspendieron durante algunos años las Marchas al Cubilete.
Sin embargo, a raíz de la primera visita a México de San Juan Pablo II (1979) se reanudaron en 1986 pero ya bajo la dirección del Movimiento Testimonio y Esperanza.
Las Marchas siguieron realizándose hasta que fueron suspendidas por la pandemia para volver en 2023 (30 aniversario del asesinato del Cardenal Posadas)
“La Fe y la vida no están separadas”, nos dice la presidenta de Testimonio y Esperanza, Andrea Perea, “son un binomio inseparable del cristiano que vive con autenticidad la alegría del Evangelio”
Y tiene razón Andrea Perea puesto que la juventud solamente será una esperanza si logra dar testimonio y para dar testimonio se necesita congruencia entre lo que se cree y lo que se vive o sea esa fidelidad que, según San Juan Pablo II, “es la coherencia que dura toda una vida”
Los restos de estos dos jóvenes se encuentran en un monumento a donde fueron trasladados en mayo de 1978 y que está situado en las faltas del Cubilete, muy cerca de donde fueron asesinados.
Un monumento que consta de dos columnas representando a los dos mártires sosteniendo una Cruz de color rojo. Un monumento que fue diseñado por el arquitecto Federico Müggenburg.
Esperemos que muy pronto la Iglesia haga justicia a estos jóvenes, reconozca su martirio y los eleve a los altares. El proceso canónico ya se inició.
Y esperemos también que en este año en que se cumple un siglo de la “Quas primas” el Papa publique una Encíclica reconociendo todos los frutos que, a lo largo de todo este tiempo, ha producido aquel documento admirable de Pío XI.
Estamos en víspera de grandes acontecimientos…
AcaPrensa / Nemesio Rodríguez Lois / Actuall