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LA FORMIDABLE MÁQUINA LLAMADA SANT’EGIDIO QUE TANTO GUSTA AL PAPA FRANCISCO

El Papa Francisco no es nada tierno con aquellos movimientos católicos nacidos en el siglo XX que para Juan Pablo II fueron «un resurgimiento de la Iglesia en el mundo»: Opus Dei, Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo, Focolarini, Carismáticos, Neocatecumenales y muchos otros. Lejos de apoyarlos, los castiga.

Pero hay uno que para él es una excepción: la Comunidad de Sant’Egidio. Francisco demuestra que lo prefiere en grandes dosis. Y la Comunidad corresponde ocupando cada vez más espacios en la cuspide de la Iglesia.

Prueba de ello son también las dos últimas ruedas de prensa organizadas por la oficina de prensa del Vaticano, que desde 2019 está dirigida por un miembro de Sant’Egidio, Matteo Bruni.

En la rueda de prensa del 8 de abril, primera aparición pública del controvertido prefecto del dicasterio para la doctrina de la fe, el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, Paola Scarcella, profesora universitaria y responsable de la Comunidad de Sant’Egidio para la catequesis con personas discapacitadas, tuvo la tarea de dar lustre a la última de las declaraciones doctrinales emitidas por el cardenal.

Mientras que, en la rueda de prensa del 22 de abril, convocada para inaugurar el encuentro de Francisco «con los abuelos y los nietos» previsto unos días después, los oradores fueron dos pilares históricos de la Comunidad, Vincenzo Paglia y Mario Marazziti, acompañados por el humorista Lino Banfi, un invitado frecuente del Papa en Santa Marta y condecorado por él con el título de «abuelo de Italia».

El encuentro del Papa con los abuelos, celebrado el 27 de abril, fue organizado por la Fundación «Età Grande», creada también por Sant’Egidio, con Paglia como presidente y don Riccardo Mensuali, otro miembro de la Comunidad, como secretario general. La Fundación lleva el signo «papal» y tiene sus oficinas en los edificios vaticanos situados en el barrio romano de Trastevere, a pocos pasos de la sede histórica de Sant’Egidio.

Paglia, que fue obispo de Terni ocupa puestos de liderazgo en el Vaticano desde 2012, también participa activamente en la política italiana, donde desde 2020 preside la comisión de asistencia social y sanitaria a la población mayor, vinculada al Ministerio de Sanidad.

En el Vaticano, sus principales funciones son las de presidente de la pontificia academia para la vida y gran canciller del pontificio instituto teológico Juan Pablo II para las ciencias del matrimonio y la familia.

Otros dos miembros históricos de Sant’Egidio son vicerrectores de este instituto: Agostino Giovagnoli, profesor de historia contemporánea en la Universidad Católica de Milán, y su esposa Milena Santerini, pedagoga de la misma universidad.

Pero Giovagnoli es más conocido como el principal comentarista de las cuestiones entre el Vaticano y China en el periódico de la conferencia episcopal italiana «Avvenire», donde defiende con todas sus fuerzas – en pleno acuerdo con el Papa – la validez del acuerdo secreto entre Roma y Beijing sobre el nombramiento de obispos, a pesar de haber producido hasta ahora resultados muy controvertidos y duramente criticados por muchos.

Los conocimientos sobre China atribuidos a Giovagnoli también están relacionados con el hecho de que es miembro del comité científico del Instituto Confucio de la Universidad Católica de Milán, uno de los muchos institutos de este nombre difundidos en todo el mundo por el gobierno de Beijing.

Este instituto está dirigido por el chino Liang Qing y la italiana Elisa Giunipero, profesora de historia china contemporánea en la Universidad Católica de Milán y también cercana a la Comunidad de Sant’Egidio, autora de un libro editado junto con Giovagnoli dedicado precisamente a «El Acuerdo entre la Santa Sede y China”, publicado por la Pontificia Editorial Universitaria Urbaniana.

La Comunidad ha estado muy activa en el ámbito internacional durante décadas. Uno de sus principales exponentes, Mario Giro, fue viceministro de Asuntos Exteriores en Italia en dos gobiernos anteriores y es presidente de Demos, Democracia Solidaria, un pequeño partido cuyo secretario es Paolo Ciani, también de Sant’Egidio, que se sienta en el parlamento en sedes del Partido Demócrata y apoya posiciones similares a las pacifistas del Papa Francisco sobre la guerra en Ucrania, votando en contra del suministro de armas a Kiev.

Por eso también hay frialdad entre la Comunidad de Sant’Egidio y la Secretaría de Estado vaticana, que sostiene posiciones muy diferentes sobre la guerra en Ucrania, como destacó Settimo Cielo en el post anterior. Un escalofrío que también tiene su origen en pasadas iniciativas internacionales de la Comunidad, a partir de aquel acuerdo de Mozambique en 1992, del que sus artífices continuamente alardean de éxito pero que nunca fue considerado tal por los diplomáticos vaticanos.

El principal tejedor de aquel lejano acuerdo fue el entonces simple sacerdote Matteo Zuppi, hoy cardenal arzobispo de Bolonia y presidente de la conferencia episcopal italiana.

Miembro destacado de Sant’Egidio desde sus inicios, Zuppi es el hombre que el Papa Francisco utiliza como enviado en el frente de guerra en Ucrania. Hasta ahora sin resultados, ni siquiera en el ámbito humanitario de la esperada repatriación de los miles de niños deportados a Rusia. Y esto a pesar de las relaciones amistosas que existen desde hace años con el patriarcado ortodoxo de Moscú, cultivadas sobre todo por el vicepresidente de la Comunidad, Adriano Roccucci, profesor de historia contemporánea en la Universidad de Roma Tre y especialista en Rusia.

Vincular el activismo geopolítico de Sant’Egidio al del Papa Francisco es una visión común, apoyada por Mario Giro en los artículos que escribe en el periódico «Domani», que ve en el «Sur Global» de África, Asia, América Latina una alternativa a la supremacía de Estados Unidos y Europa a la que siempre se ha opuesto en el alma el argentino Jorge Mario Bergoglio.

Pero esto no impide a la Comunidad elogiar y encantar a las más altas autoridades políticas de Occidente, desde la Secretaria de Estado de la presidencia Clinton, Madeleine Albright, que los llamó «gente maravillosa», hasta Angela Merkel y Emmanuel Macron, ni tenerlos presentes en sus coreográficos encuentros interreligiosos organizados cada año en el llamado «espíritu de Asís», donde participan juntos tanto los líderes musulmanes más sobresalientes como los rabinos judíos y, a veces, incluso el Papa.

La predilección que Francisco muestra por Sant’Egidio se hace visible también en el creciente número de nombramientos episcopales de sus afiliados. Zuppi, Paglia y el obispo de Frosinone, Veroli y Ferentino Ambrogio Spreafico, ordenados durante el pontificado de Benedicto XVI, se sumaron en 2021 a Giuseppe Mazzafaro, obispo de las diócesis de Cerreto Sannita, Telese y Sant’Agata de’ Goti, y en 2023 Giorgio Ferretti, arzobispo de Foggia y Bovino, este último ordenado sacerdote por Paglia, luego secretario de Spreafico y después nuevamente misionero en Mozambique.

Además, está la proximidad entre los hombres de Sant’Egidio y los santos más queridos por el Papa Francisco. Monseñor Paglia –con la colaboración del historiador Roberto Morozzo Della Rocca, también de la Comunidad– está impulsando las causas de beatificación de Oscar Romero, el arzobispo de San Salvador asesinado en 1980 en el altar, y de Rutilio Grande, el jesuita salvadoreño asesinado por escuadrones de la muerte en 1977.

Otro miembro de Sant’Egidio, el sacerdote Angelo Romano, es relator general del dicasterio para las causas de los santos y rector de la basílica romana de San Bartolomeo all’Isola, dedicada a los mártires de nuestro tiempo, incluso de confesiones no católicas.

El pasado mes de julio, Francisco encomendó a la Comunidad la recién creada Comisión de los Nuevos Mártires, de la que Andrea Riccardi, fundador de Sant’Egidio, es vicepresidente; Marco Gnavi, párroco de la basílica romana de Santa María en Trastevere, es secretario, y Angelo es miembro Romano y Gianni La Bella, otro profesor universitario de historia contemporánea, profesión típica de los miembros de alto rango de la Comunidad.

No sorprende, por tanto, que Francisco, que ha establecido la norma de que todos los presidentes de los movimientos católicos no permanezcan en el cargo más de diez años, tolere benignamente que Marco Impagliazzo, profesor de historia contemporánea en la Universidad de Roma Tre, siga presidiendo sobre la Comunidad de Sant’Egidio de forma continua desde 2003.

Pero él no es el verdadero número uno de la Comunidad. Y tampoco lo es el cardenal Zuppi, que también es señalado por muchos como el primero en la lista de candidatos a Papa, también gracias a la astucia con la que dice y no dice, se abre sin abrirse nunca de par en par, siempre esquivo en los puntos más divisivos asuntos.

Al cardenal George Pell, con su reconocida experiencia en la materia, le gustaba decir: «Ojo, porque si Zuppi es elegido en el cónclave, el verdadero Papa será Andrea Riccardi», es decir, el todopoderoso fundador de la Comunidad.

Célebre estudioso de la historia de la Iglesia, ex ministro de cooperación internacional, galardonado con el premio Carlomagno en 2009 e incluso candidato a la presidencia de la república italiana en 2022, Riccardi siempre ha sido el único con el poder real para mover todos los hilos de esa formidable máquina que es Sant’Egidio.

AcaPrensa / Diafonos.be / Sandro Magister

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