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EL PAPA APRUEBA LA CANONIZACIÓN DEL «MÉDICO DE LOS POBRES»

AcaPrensa / Religión en Libertad

Nacido en Trujillo (Venezuela) en 1864 en una familia de padre colombiano y madre española, José Gregorio Hernández Cisneros mostró desde muy temprano cualidades para los idiomas y la formación intelectual. Hablaba francés, alemán, inglés, italiano, portugués y conocía bien el latín. Era también músico y filósofo. Formó toda una escuela de discípulos investigadores en medicina, varios de los cuales fueron pioneros en sus campos.

Cerradas las puertas de la vida religiosa

En varias ocasiones intentó hacerse religioso. Primero fue en 1908, cuando probó suerte durante 10 meses como cartujo en La Farneta (Lucca, Italia), pero el trabajo en el huerto y la artesanía se le daba mal y su cuerpo respondía mal al clima europeo. Un año después trató sin éxito de ser sacerdote diocesano, y en 1913 trató de entrar en el Colegio Pío Latinoamericano de Roma como seminarista, pero de nuevo su salid le obligó a salir del seminario.

Finalmente, de vuelta en Venezuela, volvió a trabajar como médico y docente e ingresó en la Tercera Orden Regular de San Francisco, donde se comprometió a ayudar a los más necesitados. Fue entonces cuando comenzó a ser conocido hasta nuestros días como “el médico de los pobres”.

Místico y penitente

Como franciscano seglar, dedicó su vida a la oración, la penitencia y los sacrificios, viviendo con austeridad y pobreza y ofreciendo sus servicios médicos tanto a ricos como a pobres por precios prácticamente simbólicos, regalando a estos últimos alimentos y medicina.

De él se recuerda hoy prácticas de virtud constantes. Se levantaba todos los días a las 5:30 para asistir a misa y comulgar, meditaba con frecuencia la Sagrada Escritura y rezaba el Rosario cada día.

En una Venezuela impregnada de inestabilidad y laicismo, Hernández Cisneros fue siempre «proclive a la mística y aspirante a la vida contemplativa» y aceptó sus problemas de salud o su negativa a la vía religiosa como «el desafortunado obstáculo» del sufrimiento «con espíritu sereno y paz en el corazón, viendo en ello el designio de la Providencia que lo conducía de nuevo al camino de la vida secular», según declaró el arzobispo venezolano y sustituto de la Secretaría de Estado Edgar Peña Parra.

Murió comprando medicinas para una anciana

Un día, mientras cruzaba la calle para comprar medicinas para una anciana muy pobre, fue atropellado y llevado a un hospital donde un sacerdote pudo impartirle la unción de los enfermos antes de morir el 29 de junio de 1919.

El pueblo, ya en vida, le consideraba un varón de Dios, y a su muerte con 55 años fue venerado enseguida como santo y grandes multitudes acudieron a su velatorio.

Fue proclamado beato en 2021 y sus restos mortales se veneran en la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria de Caracas.

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