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EL MAPA DE LA APOSTASÍA

Descatolización de Polonia

Desde pequeño, siempre me han encantado los mapas. Hay algo en ellos de poético, de aventurero y de mágico a la vez, que inmediatamente me ilusiona. Solo el hecho de que milagrosamente podamos reducir un país, un continente o el mundo entero a un dibujo sobre un papel es una proeza digna del genio de la lámpara de las mil y una noches. Los mapas hacen abarcable lo inabarcable y, gracias a ello, nos permiten comprenderlo, al menos en parte. Qué grande es Dios, que ha dado este poder a los hombres.

Desgraciadamente, lo que nos permiten comprender no siempre es bueno, ni ilusionante, ni mágico. Es más, a veces es terrible y casi desearía uno no haber visto nunca el mapa de marras. En eso pensaba al contemplar los mapas que he puesto arriba y que he encontrado en Internet. Se trata de dos mapas de Polonia, con una diferencia de diez años entre uno y otro (2011 a 2021), que bastan para visualizar algo tremendo que se está produciendo: la rápida apostasía masiva de todo un país.

En el mapa se puede ver que, en Polonia, el número de personas que se dicen católicas ha bajado aproximadamente un 20 % en diez años. ¡Uno de cada cinco católicos ha dejado de serlo! ¡En solo diez años! Y eso en la católica Polonia, heredera de innumerables confesores de la fe durante el régimen soviético y que resistió contra viento y marea los intentos de los comunistas durante más de cuarenta años de extirpar el catolicismo del país. En cambio, esos diez años de vivir bien, de democracia, de Unión Europea, de pornografía, de aberraciones varias y de contacto con el moribundo occidente han logrado lo que no pudieron conseguir los tanques soviéticos: una acelerada descatolización del país, a un ritmo vertiginoso.

Se podrían hacer muchas reflexiones sobre esto, sobre quién tiene la culpa y qué es lo que se ha hecho mal. No solo en el caso de Polonia, claro, sino en todos los demás países antiguamente católicos y muy especialmente en el nuestro. Hay múltiples factores que han influido en ello y no es el menor la desastrosa situación de la Iglesia, más preocupada de ecologismos y otras mundanidades que de la fe. Mi impresión, sin embargo, es que el factor más importante, igual que sucedió en España, es el poder corruptor del dinero y del vivir bien. Más insidioso que las persecuciones y, por ello, mucho más peligroso.

No podéis servir a Dios y al dinero, nos advirtió el Señor. Dos mil años después, seguimos sin creérnoslo e intentamos testarudamente compaginar ambas cosas, así que inevitablemente terminamos sirviendo solo al segundo y abandonando al primero. Por eso somos tan blanditos y no tienen que vencernos, sino que nos rendimos solos. Así les ha pasado a los polacos, a los españoles, a los religiosos, a los obispos alemanes (y no solo alemanes) y a tantos otros protagonistas de esa misma apostasía vertiginosa que reflejan los mapas.

Como dijo León XIV: “son las delicias de Capua, Hermanito”. Me temo que la única solución posible va a ser que el cielo mande una persecución purificadora que a la fuerza nos vuelva a enseñar lo que importa de verdad. Dios tenga misericordia de nosotros cuando llegue.

AcaPrensa / Bruno Moreno / Espada de doble filo

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