Se tenía que decir y se dijo. Monseñor José H. Gómez, arzobispo de Los Ángeles y presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos entre los años 2019 y 2022 ha puesto el dedo en la llaga frente a quienes se llevan las manos a la cabeza por las medidas de protección de fronteras del actual presidente de Estados Unidos Donald Trump.
En un artículo publicado en el medio diocesano Angelus News, el arzobispo del Opus Dei que pastorea la comunidad católica más grande de Estados Unidos, ha recordado que, en 2013, «en Washington gobernaba una administración muy diferente, la del otro partido político. Esa administración deportó a más de cinco millones de inmigrantes.»
El arzobispo Gómez enlaza a una noticia del año 2017 en la que algunos críticos inmigrantes calificaron a Barack Obama de «deportador jefe». En esa noticia se detalla que las deportaciones formales durante el gobierno de Obama superaron con creces a las de las administraciones Bush y Clinton.
Mons. José H. Gómez afirma que «las recientes controversias con la nueva administración en Washington, DC, reflejan una falta de conciencia de la historia y una confusión sobre los deberes de la Iglesia y el gobierno».
Protección de fronteras y expulsión de los criminales
El arzobispo americano remarca que «todos estamos de acuerdo en que no queremos que haya inmigrantes indocumentados que sean terroristas o criminales violentos en nuestras comunidades» y que «deberían ser expulsados de nuestro país de una manera que respete sus derechos y su dignidad como seres humanos».
«Pero también tenemos que arreglar el sistema defectuoso que les permitió cruzar nuestras fronteras. No parece que haya suficientes personas en Washington que se tomen esto en serio», añade el arzobispo Gómez.
El arzobispo de Los Ángeles reconoce que «la migración masiva de personas pobres, desplazadas por guerras, desastres e inestabilidad en sus países de origen, se ha convertido en una crisis para Estados Unidos y casi todas las naciones de Europa». A su vez, rechaza las críticas a la Iglesia porque «está fuera de lugar y distrae de los verdaderos problemas, que son profundos y datan de décadas atrás».
Para el arzobispo de Los Ángeles, «la deportación no es una política de inmigración» pero acto seguido asegura que «toda nación tiene el solemne deber de controlar y proteger sus fronteras, pero los muros fronterizos también necesitan puertas».
Monseñor José H. Gómez subraya que las naciones prósperas están llamadas a ser generosas al acoger a esas personas que emigran en busca de una vida mejor. No obstante, también incide en que «no podemos dejar entrar a todo el que quiera vivir aquí, por lo que deben existir reglas y un proceso ordenado para decidir a quién damos la bienvenida, a cuántos damos la bienvenida y con qué condiciones».
«Éstos son principios básicos de la enseñanza católica y del derecho internacional. Otras naciones industrializadas de Occidente tienen una política de inmigración coherente. Estados Unidos también debería tenerla», añade el prelado.
El arzobispo concluye su artículo haciendo hincapié en que «el gobierno tiene su responsabilidad y la Iglesia tiene su misión. Y rezo para que en los próximos meses encontremos maneras de trabajar juntos por el bien común».
AcaPrensa / InfoVaticana