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DON JOSÉ MANZANO 70 AÑOS DE SACERDOTE: EL PERDÓN CRISTIANO

Agradezco públicamente a D. José Mª Díaz Alejo, sacerdote diocesano de Toledo y director de RTVD, la entrevista al sacerdote diocesano de Toledo, don José Manzano, que nos ofrecía ayer, 17 de mayo, en su programa Crónica de la Iglesia. Don José es natural de Los Yébenes (Toledo), tiene 92 años. El próximo 18 de septiembre cumple ¡¡¡70 años de sacerdote!!!

En el minuto 30:36 da este impresionante testimonio de perdón. Tuvo a bien don José el permitirme recoger esta historia en el tercer tomo: La persecución religiosa en la Archidiócesis de Toledo, 1936-1939. Tomo tercero. Vicarías de La Mancha y de la Sagra [páginas 336-337]. toledo_1936_1939_tomo_tercero.pdf (cardenaldonmarcelo.es)

Un auténtico testimonio de perdón

Cuando estoy terminando de escribir este tercer tomo, cojo el teléfono para hablar con el sacerdote diocesano José Manzano García-Fogeda que, Dios mediante, en unos meses cumplirá 91 años… regresa con su coche de celebrar misa en la parroquia. Para todos es Pepe Manzano y reside, desde su jubilación, en su pueblo natal de Los Yébenes. Es tío del actual párroco de Consuegra, José Manuel Pastrana Manzano. Una vez más, frutos martiriales.

Quiero escuchar de nuevo, como hace más de una década, en voz del protagonista, la lección de perdón cristiano que una recia mujer viuda por culpa de la guerra, dio a su querido hijo recién ordenado sacerdote.

José Manzano Carpio tenía 48 años, regentaba una ferretería en el pueblo y, según nos explica la Causa General, había sido concejal en los años 1935 y 1936. Su esposa, ahora nuestra protagonista, se llamaba Eloísa García-Fogeda. Habían tenido cinco hijos. José tenía cuatro años cuando su padre fue asesinado. Era el 27 de agosto de 1936. Sucedió en el término de Orgaz y fue por arma de fuego.

La primera lección que dio Eloísa fue la de no desvelar nunca a los suyos el nombre de quien mató a su esposo, para que no hubiese venganzas ni rencillas con esa familia.

La segunda lección se prolongó en el tiempo. Tras la contienda, Pepe ya tenía sus siete años y Eloísa le encomendaba llevar de vez en cuando alimentos o alguna cosa necesaria a la casa de un joven enfermo de tuberculosis.

Cuando regresaba a casa, la madre le preguntaba a su hijo:

– ¿Qué te ha dicho?

El niño siempre traía en sus labios la misma respuesta:

-Nada, se ha echado a llorar.

En nuestra conversación telefónica, me lo vuelve a explicar como si no hubiese pasado el tiempo…

Pepe, llamado por Dios, se fue al seminario y tras realizar sus estudios, recibió la ordenación sacerdotal el 18 de septiembre de 1954, meses antes de que concluyese el primer Año Mariano que convocó Pío XII.

La última escena tiene lugar la noche de su ordenación sacerdotal… Su madre se dirige a su habitación, con la excusa de arroparle como cada noche, para rezar. Sentada en su cama le dice:

-Hijo mío, ya eres sacerdote, sabrás perdonar.

– ¡Madre! -le dijo Pepe-, los sermones los echaré yo, no tú…

Entonces ella le dijo quién era el que mató a su padre (el joven enfermo de tuberculosis al que Pepe lleva lo necesario) y salió de la habitación.

El testimonio de Eloísa resulta aún más fuerte cuando su hijo sacerdote nos explica que a su madre le negaron el saludo y la palabra algunas familias del pueblo, por no haber denunciado a quienes habían matado a su marido. Sabían que ella lo sabía, pero ella se mantuvo siempre en la postura de no denunciarlos.

Cuando llegó la hora de morir de aquel a quien madre e hijo habían asistido, Pepe llevaba ya más de tres años de sacerdote, y pudo asistirle e incluso estar presente en la hora de su muerte. El hijo aprendió con creces la lección de la madre.

Nuestro querido Pepe resalta que el perdón de su madre no fue solo una aceptación resignada del asesinato de su marido, como habían sufrido muchas otras mujeres, sino que fue un auténtico perdón cristiano, en el que no solo se resignó y aceptó el hecho sin rencor, sino que quiso positivamente hacer el bien a quien ella sabía que había matado a su marido.

Creo que este último aspecto -que a Pepe le emociona- es especialmente expresivo del perdón cristiano, que no solo limpia la ofensa y pasa la página, sino que redime y reconstruye al ofensor.

Los mártires dieron su testimonio; tras estos tres tomos, es evidente. Pero no menos heroico fue el perdón cristiano que padres, esposas, hermanos… nos dieron -y al recordarlos seguimos actualizándolos- para recordar lo que Cristo nos enseña en el Evangelio: – No siete veces, si no hasta setenta veces siete.

AcaPrensa / Victor in vínculis / Jorge López Teulón

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