El Dicasterio para la Comunicación sigue proponiendo las obras del exjesuita esloveno acusado de gravísimos abusos sexuales, desafiando las recomendaciones del cardenal O’Malley. E incluso en Bolonia Zuppi dio luz verde a los mosaicos incriminados. En la lucha contra los abusos, este pontificado no tiene ninguna credibilidad.
Llámenlos provocaciones, si quieren. Vatican News, el portal oficial del Vaticano que depende del Dicasterio para la Comunicación, sigue publicando imágenes de las obras del padre Marko Rupnik, el exjesuita esloveno acusado de graves abusos sexuales a al menos veinte monjas, para acompañar sus artículos. Y el arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, cardenal Matteo Zuppi, ha dado luz verde a la realización de un mosaico del propio Rupnik en la iglesia de Santa Maria Regina Mundi, en Bolonia.
La actitud de Vatican News y del Dicastero per la Comunicazione es sensacional: la última obra de Rupnik se publicó el 15 de agosto para ilustrar la fiesta de la Asunción de la Virgen María. Y la razón había sido explicada por el Prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Paolo Ruffini, en una rueda de prensa el pasado 21 de junio en Atlanta: «Como cristianos estamos llamados a no juzgar», había dicho; y como el proceso canónico aún está en curso, «no sería bueno anticipar la decisión». Y de nuevo: «No creo que tirar piedras sea el camino para curar» las heridas sufridas por las víctimas. Y luego, con aire desafiante: “¿De verdad creen que, retirando un cuadro de arte de nuestro sitio, estaría más cerca de las víctimas?”. Declaraciones que son una demostración de arrogancia y desfachatez, sólo posibles a sabiendas de que se goza de impunidad y de un apoyo seguro desde arriba.
Más grave aún, el Dicasterio para la Comunicación continúa con sus provocaciones a pesar de que el pasado 26 de junio, tras las declaraciones de Ruffini y después de conocerle personalmente, el cardenal Sean O’Malley, presidente de la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores, escribió una carta a todos los responsables del Dicasterio vaticano diciendo «basta ya» a la publicación de las obras de Rupnik. O’Malley, cuya insistencia había llevado a un recalcitrante Papa Francisco a permitir la apertura de un proceso el pasado octubre para determinar la responsabilidad de Rupnik, pidió «prudencia pastoral para evitar la publicación de obras artísticas que impliquen una defensa implícita» de los abusadores, o que «indiquen indiferencia ante el dolor y el sufrimiento de tantas víctimas de abusos».
Seguir publicando la obra de Rupnik es, por tanto, un abierto desafío al cardenal O’Malley y a quienes en la Iglesia luchan de verdad contra los abusos a menores y adultos vulnerables. Hay que recordar que el padre Rupnik, famoso por sus mosaicos expuestos en más de 200 iglesias de todo el mundo, no es simplemente sospechoso de abusos, sino que ya se han presentado decenas y decenas de acusaciones circunstanciadas contra él y juzgadas «creíbles» por la misma orden jesuita a la que pertenecía y de la que fue expulsado en junio de 2023.
El escándalo había estallado en diciembre de 2022 cuando se supo que una investigación iniciada por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 2021 había sido abandonada en octubre de 2022. Peor aún, estaba encendida la señal de alarma por una excomunión impuesta al padre Rupnik por la misma Congregación en 2020 por absolución del cómplice y misteriosamente anulada a los pocos días. Señal de alarma, porque sólo el Papa tenía el poder de revocar la excomunión.
Y, al fin y al cabo, es bien conocida la amistad de Rupnik con el Papa Francisco, así como su influencia sobre el Papa, incluso en la elección de las personas nombradas en distintos cargos vaticanos. Es el caso -como recordaba en los últimos días el vaticanista Luis Badilla en su boletín semanal Osservazioni casuali (Observaciones casuales) – de la eslovena Nataša Govekar, que pasa a ocupar un puesto destacado precisamente en el Dicasterio para la Comunicación. Laica, de 49 años, es miembro del equipo del Centro Aletti, que creció en torno a Rupnik, y sigue siendo el centro de la resistencia que encubre las fechorías del exjesuita esloveno.
Hay que recordar que es precisamente de aquí de donde parte la propaganda que pretende atribuir las denuncias contra Rupnik a una disputa interna no especificada entre jesuitas. Propaganda que también se alimenta de intimidaciones y amenazas contra quienes adoptan una postura crítica contra el padre Rupnik (y nosotros también hemos sido objeto de ello), pero sin documentar nunca en modo alguno las supuestas pruebas exculpatorias.
El caso es que, a pesar de verse obligados a soportar el inicio del proceso canónico por la evidencia de las denuncias públicas presentadas contra el artista, los «protectores» de Rupnik siguen saboteando cualquier intento de hacer justicia y de promocionar la obra artística del sacerdote esloveno, pudiendo contar para ello con la benevolencia -e incluso algo más- del Papa Francisco.
Significativo en este sentido es lo ocurrido en Lourdes, donde durante meses una comisión especial discutió qué hacer con los mosaicos de Rupnik, expuestos de forma destacada en el exterior de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario. El obispo de Tarbes y Lourdes, monseñor Jean-Marc Micas, se ha declarado en varias ocasiones partidario de la retirada total de los mosaicos, pero el pasado 3 de julio anunció la suspensión de la decisión final, para evitar más divisiones en la Iglesia, y se limitó a dejar a oscuras los mosaicos que hasta entonces habían sido realzados por la noche con efectos luminosos. Los bien informados dicen que le «aconsejaron» que tomara esta decisión, y casualmente, el 20 de junio estaba en audiencia con el Papa. También es significativo que al anunciar la «no decisión» haya querido reiterar que es justo que se retiren esos mosaicos.
La cuestión de volver a proponer al público ciertas obras no es secundaria, porque en el caso de Rupnik es imposible separar el arte de la conducta delictiva, ya que -según las denuncias circunstanciadas y los testimonios leídos y escuchados en los últimos años- los abusos tuvieron lugar precisamente en la producción de sus obras. Mostrar, publicar sus mosaicos no es sólo una ofensa indirecta a sus víctimas, sino que es precisamente hacerles revivir esos abusos.
Lo que está haciendo el Dicasterio vaticano para la Comunicación (y también la diócesis de Bolonia) es por tanto vergonzoso, es en sí mismo un escándalo, que avergüenza a toda la Iglesia, y muestra una vez más que en la lucha contra los abusos sexuales, a pesar de la retórica de la «tolerancia cero», se han dado muchos pasos atrás en comparación con el pontificado de Benedicto XVI.
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