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EL ARTE DE APROVECHAR LAS FALTAS -AÚN LAS GRAVES- Y EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

AcaPrensa / Yousef Altaji Narbon / InfoVaticana

“Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.» E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.” (San Juan 8, 7-8).

El Rey de toda majestad y perfección, con este suceso ejemplar en su vida terrenal, nos enseña, de manera severa, a reconocer nuestras faltas sin pretextos o excusas por haberlas cometido. Nos reta a una prueba, que, desde su origen, ya estamos destinados a fallar terriblemente; quien acepte el reto, inmediatamente cae y pierde porque se estaría mintiendo cínicamente. Hay que aceptar un hecho: todos tenemos faltas de las cuales no nos podemos librar sino hasta el fin de nuestras vidas, como bien enseña San Francisco de Sales. No podemos negar que hemos caído en faltas con frecuencia, algunas de carácter grave y otras de más leves, pero que siguen siendo faltas. Los santos aconsejan con insistencia a nunca dejarse vencer por las faltas que tengamos, sin importar la naturaleza de las mismas y de su frecuencia.

Existe una frase célebre de San Bernardo de Claraval que nos aclara en qué consiste la santidad, e inclusive, una manera sencilla de alcanzarla, que dice así: “Un santo no es alguien que nunca peca, sino uno que peca cada vez con menos frecuencia y se levanta cada vez más rápido”. Eso es todo mis queridos lectores; ahí está el gran secreto que muchos se pasan años intentando descifrar, llegando a creer que para alcanzar la santidad requiere de un secreto, una pista, o alguna fórmula casi oculta, incluso gnóstica en cierto sentido. La desesperación, el desánimo, la turbación, el desasosiego, y la confusión son síntomas comunes de aquellos que no saben aprovechar esas flaquezas propias del ser humano. Siguiendo esta explicación dulcemente fácil de San Bernardo de Claraval, arribamos al punto de lo que concierne lidiar con nuestras propias faltas con el fin de evitarlas lo más posible. Vamos a tomar uno de los medios más confiables para aprovechar nuestras faltas, así detallado por el Padre Tissot en su aclamado libro llamado El Arte de aprovechar nuestras faltas, que consiste en adherirse con la más plena confianza en el Sagrado Corazón de Jesús.

Este libro de lectura clásica espiritual para el Católico virtuoso, contiene una serie de enseñanzas basadas totalmente en los escritos de San Francisco de Sales; una cantidad innumerable de almas por décadas se han beneficiado de este texto maravilloso con resultados cada vez más milagrosos que los anteriores. La enseñanza guiada por el Padre Tissot, explicando la sabiduría del Santo de la Dulzura, alcanza un punto donde presenta al Sagrado Corazón de Jesús como nuestro puerto seguro de confianza para aprovechar nuestras faltas con la mirada fija hacia el cielo por medio del arrepentimiento y abandono en el mismo. Nos trae unas consideraciones únicas para nuestra meditación de lo que es este Corazón Divino de Nuestro Señor, de tal forma que nos podamos sentir cercanos al mismo; es realmente brillante el enfoque plasmado por el autor del libro que con accesibles ejemplos, adquirimos un cariño y seguridad en aquel que tanto nos ama. Leamos con atención y meditemos lo siguiente:

Extracto de El Arte de aprovechar nuestras faltas

«…Después de la manifestación del Corazón de Jesús al mundo, esta confianza puede elevarse hasta los límites de la audacia. ¿No es acaso ese Corazón divino el que respondió al golpe de lanza de Longinos al derramar sobre él, no solamente el perdón, sino también la santidad y la gracia del mártir? ¿No es acaso ese Corazón el que alimenta a los pecadores con la sangre que ellos han hecha derramar, como el pelícano, que alimenta a sus pequeños de sus costados desgarrados por ellos, y que no quiso ser herido y abierto, como dice San Vicente Ferrer, sino para mostrar a los culpables la fuente misma del perdón? ¿No es acaso ese Corazón infinito el que grita a todos desde el fondo de su sagrario: Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso (San Mateo 11,28)? ¿No está Él devorado por una sed inextinguible de absorber y de sanar, y no es apagar su sed el ofrecerle faltas por perdonar?

También es notable que las almas mejor iniciadas en los secretos del Corazón de Jesús se han convertido en los apóstoles más celosos de la confianza después del pecado, y del arte de aprovechar las propias faltas. La vida de Santa Gertrudis encierra rasgos deliciosos a este respecto, y Santa Margarita María lo recuerda con mucha frecuencia: “El Corazón de Jesús, dice ella, es el trono de la misericordia, donde los más miserables son los mejores recibidos, ya que el amor los acompaña en el abismo de sus miserias.”

“Cuando usted haya cometido faltas, no se turbe por eso, porque la turbación, la inquietud, y la excesiva solicitud alejan nuestras almas de Dios y arrojan a Jesucristo de nuestros corazones. Pero, si se le pide perdón, suplicamos a su Corazón Sagrado que satisfaga por nosotros, y que nos vuelva a colocar en gracia con su Divina Majestad. Decid entonces con toda la confianza al muy amable Corazón de Jesús: Oh mi único amor, paga por tu pobre esclavo y repara el mal que acabo de cometer. Hazlo volver a tu gloria, a la edificación de mi prójimo y a la salvación de mi alma. – Y de este modo, nuestras caídas nos sirven a veces mucho para humillarnos y darnos cuenta de lo que somos, y hasta qué punto nos es útil estar escondidos en el abismo de nuestra nada.

“Después de que se ha humillado, vuelve a comenzar a ser fiel, porque el Sagrado Corazón quiere esta manera de obrar que mantiene el alma en paz.”»

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