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NÁPOLES. «El fin de la unidad de la Iglesia no es lograr la uniformidad. No somos un cuartel donde se exige obediencia militar. En la Iglesia, la obediencia debe entenderse en su dimensión espiritual: como obediencia a Cristo. Y los obispos, los sacerdotes deben ocuparse de atraer las almas, de enseñar y administrar los sacramentos, no de suprimirlos”.
Son algunas de las intervenciones pastorales que el cardenal Gerhard Ludwig Müller dirigió a los fieles de la misa latina de Nápoles, promotores de un Congreso dedicado al tema del retorno de la Tradición. Los Coetus Fidelium de la Diócesis Napolitana sufren la marginación a la que han sido relegados por la Curia gobernada por el cardenal Domenico Battaglia, con la negación de las iglesias, donde desde hace años se celebran misas según el rito tridentino, y de los sacerdotes que las seguían.
Al margen de la conferencia, el cardenal Müller concedió una extensa entrevista a Roma Online, en la que abordó temas como las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania; inmigración; la riqueza de las numerosas formas litúrgicas; de la obligación de respetar la vida humana y su desarrollo natural: rechazando la tesis de una posible renuncia del Papa Francisco, gravemente enfermo. Todos los aspectos englobados en una única gran enseñanza, explicó Müller: la del Amor, tal como Jesucristo lo testimonia hasta aceptar la muerte.
«Y ésta es la Tradición de la Iglesia», subrayó reiteradamente el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. «Es necesaria una mayor generosidad en la celebración de la Misa en latín por parte de los obispos – afirmó el cardenal – no se trata de suprimir los sacramentos, sino de abrirlos al pueblo. “No es posible ninguna novedad sin Tradición.”
«Recibir los sacramentos y celebrarlos -añadió el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe- es más importante que unificar los ritos de la Iglesia, que son más de 20». «Los fieles del rito antiguo – continuó Müller – no expresan una distancia o una separación de la Iglesia, y los obispos y los sacerdotes deben concentrarse en el hecho de que la gente venga a la iglesia más que en una sola forma del rito latino, el ordinario.
El Papa Benedicto XVI había encontrado una excelente solución al hablar de una forma “extraordinaria” del rito romano. No es justo que un pastor suprima la Misa en el rito antiguo porque quiere presentarse como ejecutor de una orden que viene de arriba. La obediencia y la disciplina son para el bien de la pureza de la Iglesia, no de la uniformidad. La Iglesia no es un cuartel con obediencia militar, tiene una dimensión espiritual. “La unificación de ritos no favorece la vida religiosa y suprimir una actividad religiosa no está en el espíritu católico”.