VISITA DEL PAPA FRANCISCO A LA ‘SALUS’, EL DÍA DEL ESPOLIO EN EL VATICANO

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Es domingo de Ramos, no excluimos más sorpresas pontificias, ayer nuevo comunicado oficial, sábado 12 de abril: el Papa Francisco volvió a rezar a la Basílica de Santa María la Mayor, esta vez con sotana blanca.  El Papa estaba en silla de ruedas y con vías de respiración nasales. Es evidente que: «en Italia hay miles de personas que viven, van a trabajar o salen con oxígeno que se puede administrar en casa como oxigenoterapia, pero si es una terapia a largo plazo no obliga a la persona a quedarse en casa».  Existen dispositivos portátiles que garantizan de 5 a 6 horas de duración de la batería y, por lo tanto, movilidad para los pacientes. Acompañado por el fiel enfermero Massimiliano Strappetti. Sobre la posibilidad de suspender el oxígeno en el futuro, «no es un hecho que suceda no podemos preverlo en este momento».

 

Después de día del espolio pontificio no es casualidad que hablemos también de “lo sagrado y lo profano”, que no cae sólo en el aspecto teórico, teológico o doctrinal, sino que tiene que ver también con la práctica, la aplicación que se traduce en testimonio, y esto concierne a todo, desde la Liturgia hasta cómo nos vestimos en la Iglesia.  Stefano Fontana se centra en la «secularización del papado» es resultado no solo de los malos hábitos de un papa personalista, sino de un pensamiento teológico preciso y nefasto: el hombre que con arrogancia y prepotencia reivindica el lugar de Dios, autosuficiente, siempre volvemos al pecado original disfrazado. En los últimos decenios el papado ha sido “despojado”, tanto teológicamente como en el testimonio práctico, de su dimensión sobrenatural.

 

Simón no debe esconderse en Pedro, no es Pedro quien debe transformarse en Simón, mucho menos tanto Simón como Pedro deben dejarse “devorar” por el papa reinante en cada momento, el Papado no es propiedad de quien llega a ser Papa.  La Fe y a la doctrina católica, incluido el papado, no puede reducirse al sentimiento so pena de caer en ese error justamente condenado por San Pío X que se llama: “MOVIMIENTO DEL CORAZÓN”. El poncho de Francisco es el «punto de inflexión antropológico», el último episodio de lo que muchos llaman la «secularización del papado». Se puede decir que Francisco nunca moderó su carácter y fue siempre él mismo, es decir, un hombre, o mejor: ese hombre. La Iglesia siempre ha intentado ocultar al hombre bajo el vestido. La razón es grave: el camino consiste en ocultar al hombre para resaltar a Dios. Hay que dejar de lado la individualidad del Papa para dejar espacio a la función de Pedro. Un Papa desaliñado, mal vestido o sorprendido en momentos muy privados de cualquier tipo puede inspirar cercanía y afecto sentimental, pero también obscurecer la dimensión trascendente de su lugar en la Iglesia. El “giro antropológico” de la teología contemporánea consiste en no hablar ya de Dios sino del hombre. Ya no se trata de ver en el hombre una referencia a Dios, sino de ver en Dios una referencia al hombre.

 

La presencia del Papa Francisco el viernes del espolio ha dejado algunas anécdotas más que interesantes. Un niño rubio se había acercado para montar una escena ante los medios de comunicación, sin palabras, él, puro, verdadero, dijo claramente: “¡Él no es el Papa!”, y se alejó, sin mirar atrás, desconcertado, pero firme en su verdad. Era la voz de la inocencia, de la pureza, de la Verdad. Quizás incluso el Espíritu Santo

 

Un Papa mal envuelto en una manta confundida con un poncho (no, no lo era) cruza las naves de San Pedro en silla de ruedas, con la camiseta a la vista y sin ningún símbolo sagrado: es la imagen que ha desatado un feroz debate sobre la crisis de la imaginación religiosa. Ningún uniforme, ningún signo del poder sagrado: a su alrededor sólo peregrinos, restauradores y las sombras de sus predecesores de mármol lo observaban, atónitos y silenciosos, como si la liturgia misma hubiera decidido retirarse a un agujero. Estamos en una época en la que cada gesto es un manifiesto y cada silencio una detonación. Y así, el “poncho-gate” –llamémoslo así, porque estamos en el siglo del ridículo elevado a la tragedia– ya ha estallado en un pandemonio de comentarios, ataques e interpretaciones. «¡Que alguien salve a Bergoglio del personal del Vaticano!».   El Papa, en silla de ruedas, sin solideo, cubierto desordenadamente por una tela que recuerda más la tradición terrena argentina que la espiritual vaticana. Un cuerpo desarmado, lo opuesto a cualquier representación barroca del poder espiritual es la señal de que todo se ha derrumbado o de que algo, quién sabe, se está reformando, aunque todavía está por verse. La teología sustituida por la apariencia, la escatología por la ‘instagrameabilidad’.

 

El verdadero problema no es el vestido. Esto es lo que revela ese vestido: la ausencia de una narrativa ritual fuerte y compartida. En una época en la que toda autoridad se disuelve en la liquidez del presente, incluso la figura papal necesita parecer, si no divina, al menos diferente. Y sin embargo allí estaba, vistiendo una camiseta, tan frágil como cualquier bisabuelo.  El Papa con el poncho-no-poncho-sino-manta es un bulto semántico. Es el punto donde el misticismo toca la inmanencia.

 

Incluso algunos periódicos notoriamente progresistas -es decir, aquellos que durante años han elogiado al pontífice argentino desde su punto de vista editorial declaradamente secular- han publicado editoriales y comentarios vitriólicos sobre el episodio ocurrido. El corresponsal en el Vaticano de Life Site News Michael Hayes: ¿el gesto de Francisco fue deliberadamente estudiado? El mensaje es claro: «Estoy aquí, estoy vivo y mientras viva permaneceré en mi lugar», sigue mezclando las cosas con gestos sensacionales estudiados en el momento, hasta el punto de sorprender incluso a sus colaboradores más cercanos». Todos saben que a Francisco le gusta sorprender y hacer de las suyas, pero esta vez muchos creen -incluso entre sus más allegados y fieles- que el Papa ha traspasado ese límite insuperable que va mucho más allá de su propia persona: la dignidad de la Santa Iglesia Romana y la de Vicario de Cristo.Ç

AcaPrensa / SPECOLA extraco

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