El antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ahora dicasterio), cardenal Gerhard Ludwig Müller, fue entrevistado por Edward Pentin sobre los recientes desarrollos en relación a la Declaración Fiducia supplicans, para National Catholic Register.
Su Eminencia, en una reciente plenaria del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el Papa reiteró que las bendiciones de las relaciones irregulares deben ser espontáneas, no litúrgicas y no requerir perfección moral, que se trata de bendición de las personas, no de la unión. Pero si este es el caso, ¿había necesidad de tal documento, ya que tales bendiciones individuales ya estaban permitidas?
No había necesidad de este documento, pero ahora las interpretaciones posteriores se están relativizando y no hacen más que profundizar, ampliar la confusión. No pueden explicar cuál es la diferencia entre una bendición litúrgica y una privada. Están dando una connotación nebulosa en lugar de decir lo que está absolutamente claro en el Evangelio, la palabra de Jesucristo, transmitida a nosotros en el Antiguo y el Nuevo Testamento. ¿Cómo nos atrevemos nosotros, como siervos de Jesucristo, a hacer que esta enseñanza divina no quede clara con simples sofismas humanos?
Algunos comentaristas dicen que este documento era necesario para impedir que la Iglesia en Alemania, en particular, siguiera adelante con bendiciones litúrgicas a gran escala para personas del mismo sexo, que esto ayudaría a evitar que algo así suceda. ¿Qué dice a eso?
No podemos resolver los problemas en torno a los obispos alemanes con estas maniobras diplomáticas. Debemos decir la verdad: Que es una blasfemia; que es un pecado. Usted puede traicionarse a sí mismo, puede traicionar a los otros, pero nadie puede traicionar a Dios. Debemos decir la verdad, no porque seamos santos y los demás pecadores. Si predico el Evangelio, estoy bajo el juicio del Evangelio. El predicador mismo debe ser modelo de todos. Debe hacer grandes esfuerzos para dar buenos ejemplos, para subrayar la fe con la credibilidad de los predicadores. Pero tiene que decir la palabra de Dios, que nos hace libres, y no presentarse más liberal y de más de mente abierta que Dios, que ofreció a su propio Hijo para la salvación del mundo.
¿Qué dice usted ante la opinión de que, en nuestra cultura excesivamente sexualizada, con muchos heridos por las trágicas consecuencias de la llamada revolución sexual, tal documento era necesario porque no había otra manera de llegar a estas personas, de traerlas de vuelta a la Iglesia?
A estas personas no se les trae a la Iglesia relativizando la verdad y desvalorizando la gracia, sino por el Evangelio inalterado de Cristo. Ante la debilidad del hombre, especialmente en el ámbito de la sexualidad, Jesús no mostró ninguna simpatía por el adulterio, es más dijo que cualquiera que mire siquiera a una mujer con deseo, ya ha cometido adulterio en su corazón, es decir, ya ha transgredido el Sexto Mandamiento de Dios en el Decálogo y así ha renunciado a la vida de Dios y a su verdad (Mateo 5,28).
Otra crítica al documento no es sólo su contenido sino lo que le falta. No se menciona, por ejemplo, el pecado de las relaciones sexuales fuera del matrimonio o de los actos entre personas del mismo sexo, ni la importancia del arrepentimiento y el firme propósito de enmienda, ni se exhorta a las personas a venir a Cristo.
Lo evitan. Para ellos, estas personas se encuentran en situaciones difíciles sólo por su debilidad, y por eso niegan la existencia del pecado como una voluntad de hacer el mal y actuar en contra de la santa voluntad de Dios [pensando]: Son sólo pobre gente y que debemos ayudarlos.
Pero ¿cuál es la ayuda de Jesucristo? Es la ayuda de la gracia; es la renovación de la vida. Todos son llamados al reino de Dios. Sí, todos están llamados. Pero la salvación es la vida nueva en Jesucristo, ser libre del pecado, y no sólo respetar una norma moral como un ideal fijado por una élite, o reglas hechas por la sociedad, sino hacerlo según la santa voluntad de Jesús. Este es el significado de la santificación, y esa es una verdadera felicidad que va por el camino de Dios. Esa es la verdadera felicidad, y no repetir obstinadamente los pecados.
Y eso no se menciona en el documento.
No. Nunca es mencionado. No hay una antropología clara, una doctrina clara: ¿Qué es la gracia? ¿Qué es el pecado? ¿Qué es el pecado original? ¿Cuáles son los pecados personales? ¿Qué hacer con la propia voluntad y la cooperación de tu libre albedrío con la gracia? En el Concilio de Trento tenemos este gran documento sobre la justificación y el pecado original. Y allí dice: “Si alguien dice que también con la ayuda de la gracia, no puede evitar el pecado, anathema sit y está excluido de la plena comunión de la Iglesia”. Lo que se necesita es un verdadero alejamiento del pecado y una plena conversión al Señor.
¿Cree entonces que, ante estas debilidades y errores que hay en Fiducia Supplicans, se debería retirar y, como algunos han pedido, el cardenal Fernández debería renunciar?
Ésa es una cuestión para el Papa y es su responsabilidad. Pero creo que, con todas estas entrevistas e interpretaciones de interpretaciones, las cosas no están mejorando. Volvamos a la claridad de la palabra de Dios y a lo que se dice en el Catecismo, y no a inclinarnos ante esta absolutamente equivocada ideología LGBT y woke. Eso no es modernidad; eso es un retroceso al viejo paganismo. Usted lo puede ver en el antiguo mundo pagano griego, romano y persa: todos, en todas partes, permitían actos homosexuales y relaciones sexuales con menores, y no tenían el alto estándar de moralidad dado en los Diez Mandamientos. Pero, por otro lado, San Pablo dijo que incluso los paganos son, a la luz de su razón y de su conciencia, capaces de comprender lo que está escrito en su corazón (la ley moral natural).
AcaPrensa / adaptación Secretum Meum Mihi / Edward Pentin / National Catholic Register