Día 3 de enero, Santo Nombre de Jesús, y el año comienza con fuerza. Los nuevos medios de comunicación han cambiado tanto el panorama que ya no podemos hablar ni de medios, porqué son más que directos. El lector actual no es un sujeto pasivo, es muy activo y participa en la información. Cada vez es más complicado diluir la realidad en el relato oficial, esperemos que nunca lo consigan, se sigue intentando y se gastan sumas enormes. El que lo desea puede acceder muy directamente a las fuentes y esto no lo soportan los medios tradicionales que ven con desaparecen sus pocos lectores de forma acelerada.
Nuestra Specola nace al observar que la información oficial de la Santa Sede, la que se distribuye a todos los organismos de gobierno a diario, es más que limitada. Por ejemplo, sobre España solo se informa de lo que aparece en el que dicen que es el medio ‘más leído’, el periódico ‘el País’, todo lo demás no existe.
El Periódico oficial del Vaticano, que casi nadie lee, ni en papel ni en digital, nos cuesta una verdadera fortuna: locales, decenas de periodistas, casi cien entre fijos y colaboradores, todo sigue como si el mundo no hubiera cambiado mientras se cobre a fin de mes. El periódico oficial del Vaticano recuerda que Benedicto XVI, poco, que murió hace dos años con un breve artículo segundón, lo justo, muy justo, para que no se diga.
La crónica dice: «Frente al lugar de su sepultura, en las Grutas Vaticanas, en la mañana del último día de 2024, el cardenal recordó en su homilía cómo toda la experiencia humana y espiritual del teólogo bávaro convertido en Pontífice se caracterizó por una «constante atención» a la «verdad de la Palabra de Dios». En ese Logos el Papa Benedicto encontró el «sentido» de la existencia. Pero no de manera «abstracta», no en «pura teoría» – observó el celebrante -, sino una Palabra que tenía un «rostro concreto» y este rostro «tiene un nombre, se llama Jesús de Nazaret, Emmanuel, «Dios». con nosotros»».
Él, añadió, «nos mira y nos da valor, valor en el que se basa la más alta dignidad de los hombres». La «claridad teológica» de la que estaba dotado Joseph Ratzinger se puso al servicio de un objetivo: poner a Dios «en el centro de atención» en «una época en la que Dios es a menudo percibido como extraño y superfluo». Unas palabras para condensar un pontificado, un recuerdo y un cariño de una «persona verdaderamente amable». Fueron pronunciadas por el cardenal Kurt Koch, prefecto del Dicasterio para la Unidad de los Cristianos, durante la celebración de la misa en honor de Benedicto XVI el martes 31 de diciembre, segundo aniversario de su muerte.
Por eso para Benedicto XVI, que habló repetidamente de una humanidad que vive como si Dios no existiera, «no puede haber mayor prioridad que ayudar a los hombres de hoy a acercarse a Dios, a su verdad y a su belleza». Y esta «centralidad de Dios», subrayó el cardenal Koch, constituye el «legado duradero» de la teología de Ratzinger. Quien, continuó el cardenal, gustaba de repetir «de manera muy hermosa, la consoladora promesa “de que Dios es lo suficientemente grande como para tener lugar incluso para nosotros, los humildes.”»
AcaPrensa / SPECOLA extracto